El eterno triple del diez entrerriano

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  • Por Joaquín Stoppelo – «Entre Ríos de pasión y oro»

La imagen se conserva diáfana, inalterable en la memoria de miles de entrerrianos: el diez recibe la pelota, abierto a la derecha, en la agonía de un partido dispuesto a recibir la marca de la frustrante amargura.

Aníbal Sánchez avanza apenas un par de pasos y desafía las reglas sensatas: lanza la pelota al aire de un estadio desbordado que se hunde en el silencio y persigue el recorrido del bolo, cada alma dirigiendo su incierto destino, hacia el final de una espera añosa, de un desahogo urgente, de un grito glorioso. Lo último que se oye es el susurro de la red recibiendo la conquista, que entra perfecta, impecable, al centro de una historia que consagra, al mismo tiempo, a Entre Ríos y al creador de la hazaña.

La noche de 11 de marzo de 1989, en el estadio de Echagüe, Aníbal Sánchez inventó el triple que le dio a la provincia su primer título argentino y ascendió al cielo reservado únicamente para los ídolos deportivos. Ocho meses después, perdió la vida en un accidente cuando viajaba junto a su familia rumbo a Bahía Blanca. Tenía 27 años.

La noche épica de Sánchez y su final, son apenas dos razones que dibujan la silueta mitológica de un símbolo de nuestro básquet, que se fue haciendo a sí mismo en siestas calcinadas y mañanas de fugas escolares, que concluían siempre en la misma escena: una cancha vacía y el ensayo solitario. Aníbal no fue el chico adulado por su talento prematuro, fue el que trepaba a las tribunas con un chaleco de arena, el que levantaba pesas con latas de dulce rellenas de cemento, el que entrenaba como un profesional cuando la Liga no llegaba a ser ni siquiera una quimera.

El primer guiño del destino fue la convocatoria de Alberto Trama para integrar el equipo nacional, que se consagró en el Sudamericano Juvenil de Caracas en 1981. Aníbal exhibió su carácter y su fina puntería en la final con Brasil, donde brilló Gastón Blasi y también lució Luis González.

Antes de llevar la bandera de Echagüe en los inicios de la Liga, fue el feroz goleador del torneo local, el líder de Paraná en los entrerrianos y figura en la selección provincial en el promer vicecampeonato obtenido por Entre Ríos en calidad de visitante. Aníbal metió 30 puntos la noche de la hazaña en que la Selección batió a Buenos Aires en Misiones y se clasificó finalista del Argentino de 1984.

La pasión de Aníbal, que propuso un desafío personal con la eficacia, frente al canasto, solo o acompañado por su amigo Sergio Benedetich, fue también el origen de su activa participación en el surgimiento de la Liga. Sánchez fue el representante de los jugadores argentinos en la reunión que se realizó en Paraná el 30 de abril de 1983, en la que se reubicaron los conceptos fundamentales de la nueva era. Fue, además, el compañero de ruta de Orlando Butta en la difusión de la liga por el norte argentino y la promesa entrerriana que eligió su casa tozudamente frente a las permanentes ofertas de clubes porteños.

El 17 de diciembre de 1985, en un estadio imposible, Sánchez alcanzó lo que hubiera resultado inverosímil pocos años antes: llegó con la bandera de su equipo a la elíte del básquetbol argentino tras vencer en duelo decisivo a Villa Mitre de Bahía Blanca.

El jugador que apostó su carrera a un sueño de dudosa concentración, construyó el camino palmo a palmo, gol a gol, en compañía de un dirigente audaz, en sociedad con un extranjero de jerarquía y un gigante imparable.

Junto a Charles Parker, Glen Shudop y figuras nacionales como Luis González, Jorge Martín y Sebastián Uranga, Aníbal afrontó su primera y única temporada de Liga A con la camiseta de Echagüe. El resultado fue óptimo en la cancha (Echagüe terminó sexto), pero devastador por las cuentas del club en medio de una inflación acuciante.

Obligado por las deudas, Echagüe se desprendió de Sánchez, y Aníbal recomenzó su carrera en la meca del básquet nacional, con Olimpo de Bahía Blanca. La adaptación demandó paciencia y esfuerzo, pero al poco tiempo se consolidó como uno de los principales estrategas del club. En su última temporada en Olimpo (89), fue el principal artillero de la Liga en la segunda fase y exhibió todo el potencial que lo inscribió entre los mejores del país y fuerte candidato a ganar un lugar entre la nómina de los seleccionables para Argentina.

Aníbal volvió a casa durante algunos meses en 1989: entrenó con la selección provincial y vivió intensamente el proceso que abrigaba la ilusión entrerriana de tocar el cielo en el Más Argentinos de los Campeonatos.

Su última obra, su gran ofrenda, es la histórica noche en que el diez entrerriano desató la euforia de su gente con un tiro memorable, que aún sigue su parábola perfecta e ingresa limpio en la boca abierta de la gloria, cada vez que alguien en esta tierra piensa y nombra a Aníbal Sánchez.

A 30 años del primer título argentino